Resulta que un amigo mío, muy talentoso, comenzaba a dedicarse a la pintura y admiraba mucho la obra de Sábato. Decide entonces ir a visitarlo directamente a su casa, de improviso, porque así es mi amigo, espontáneo y arriesgado cuando algo lo apasiona.
Me invita a mí y a otro amigo, que también admirábamos a Sábato. Al no poder yo ir ese día por la mañana, me excusé y partieron ambos hacia Santos Lugares.
Al llegar a la casa los atendió una mujer que trabajaba allí, y les dijo que Don Ernesto no estaba, que había salido, pero que tampoco le gustaba recibir visitas; que fuesen en otro momento en todo caso. Bien. Al estar ya partiendo algo decepcionados, ven a lo lejos por la calle, la figura de Sábato caminando tranquilo, volviendo hacia su casa. Muy cuidadosamente, mi amigo Pablo se le acerca y le dice: - “Yo lo admiro mucho maestro, y quería hablar un rato con usted”- . Sábato le responde, sin darle mucha importancia, -“Ah, bueno, bueno, está bien, pero no tengo tiempo”-, y continuó caminando. Le insistió mi amigo diciendo algunas cosas más, pero él seguía sin darle importancia. Justamente Pablo, había llevado fotos de sus pinturas (muy buenas) y se puso entonces delante, sin detener la marcha, mostrándole las imágenes y diciéndole: -“Mire, yo hago estas pinturas, y quería compartirlas con usted; se las quería mostrar”-. En ese momento Sábato se detiene, las mira, se queda en silencio un rato, y les dice: -“Vengan, vengan a mi casa, los invito a tomar algo”-.
¡ Increíble ¡ Estuvieron una hora con él, charlando de pintura, de la vida, de la muerte, que siempre lo obsesionaba, y mirando las pinturas suyas y las de mi amigo. Lo animó a seguir con eso, y antes de despedirlos, y que la mujer que trabajaba en la casa los acompañara a la puerta, les dijo: “Cuando me vaya, recuérdenme”.
Conmovedor. Todavía hoy me acuerdo detalle por detalle cuando mis amigos me contaban aquel episodio que habla de la humanidad y sencillez de esta gran persona.
Hoy mi amigo Pablo, está en Italia, y trabaja como pintor. Es un talentoso artista.
Recordé mucho esta anécdota en estos días, y la quería compartir con vos, que también lo admirás tanto. Y estas historias, pertenecen a lo desconocido de estos grandes seres humanos. Atendió a dos pibes apasionados, a pesar de su cansancio, y charló profunda y amigablemente con ellos aún sin conocerlos.
Fuente: La Gran Promoción
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