martes, 20 de septiembre de 2011

Origen de algunas frases

"me tomo un bondi"
La manera porteña de decir que uno va a subir a un colectivo, es “me tomo un bondi”, pero resulta que esta palabra es una derivación brasileña de “bond” (boleto, en inglés), palabra que lucía en los pasajes de los tranvías que las compañías británicas habían instalado en San Pablo. Como en portugués a las palabras terminadas en consonante se les suele agregar una vocal, “bond” se convirtió en “bondi”. Más tarde, los porteños la adoptaron para designar al colectivo, que nunca fue inglés y cuyos pasajes jamás se llamaron “bond”.


“no quiere más Lola”
En cambio, “no quiere más Lola” es “made in Argentina”. Lola era el nombre de una galleta sin aditivos que a principios del siglo XX integraba la dieta de hospital. Por eso, cuando alguien moría, se decía: “Este no quiere más Lola”. Y, desde entonces, se aplica a quien no quiere seguir intentando lo imposible.

“Spam” fue la primera marca de carne especiada en conserva que salió con abrelatas incorporado y los Monty Python -famoso grupo de comediantes que sintentizó en clave de humor la idiosincracia británica de los años ‘60 y ‘70- hacían un sketch con ella. El sketch consistía en unos comensales desesperados porque en el restaurante todas las comidas del menú contenían “Spam”. De allí a su aplicación al correo basura hubo un solo paso.

“A Seguro se lo llevaron preso”
“A Seguro se lo llevaron preso” viene de Jaén, España, donde los delincuentes eran recluídos en el Castillo de Segura de la Sierra. Originalmente se decía “a (la prisión de) Segura se lo llevaron preso”, que advertía de no robar, para no terminar en Segura. Hoy significa que nadie está libre de alguna contingencia.

Los corderos, una vez destetados, siguen mansamente a su madre, en cambio los cabritos se disparan a los saltos hacia el monte y su pobre madre se vuelve loca tratando de ubicarlos. De allí lo de “más loca que una cabra” o “está rechiva”.


“Hasta que las velas no ardan”
“Hasta que las velas no ardan” se originó en los prostíbulos, en épocas en que no existía la luz eléctrica y los relojes eran objetos de lujo. La madama le entregaba al cliente una o varias velas, según lo pagado. Cuando se consumían, el turno había concluído, esto es, había sexo “hasta que las velas no ardan”.



“poner los cuernos”
Del derecho de pernada que le asistía al señor feudal en la Edad Media, derivó lo de “poner los cuernos”. Antes de acostarse con la novia, el caballero colgaba en la puerta una ornamenta de ciervo para advertir que nadie entrara so pena de ser decapitado. Mientras tanto, el marido llamaba orgulloso a sus vecinos para mostrar que su señor le había puesto los cuernos.







“A cada chancho le toca su San Martín”

“A cada chancho le toca su San Martín” alude al 11 de noviembre, día de San Martín de Tours, patrono de Buenos Aires, que se celebra comiendo lechón. Significa que a todos les llega en algún momento la compensación por sus buenos o malos actos.



“viva la Pepa”


Contra lo que pudiese creerse, “viva la Pepa” no es el grito de alegría de un buscador de oro, sino el que usaban los liberales españoles en adhesión a la Constitución de Cádiz, promulgada el 19 de marzo de 1812, en la festividad de San José Obrero. Como a los José se los apoda Pepe, en vez de decir “viva la
Constitución” -lo que conllevaba llegar a ser reprimidos- los liberales gritaban “viva la Pepa”. Hoy, en Argentina, su significado se ha desvirtuado y se parece a “piedra libre”.




 “al tun tún”


Con la expresión “al tun tún”, los paremiólogos no se ponen de acuerdo: para unos deviene de “ad vultum tuum”, que en latín vulgar significa “al bulto”, y para otros, es una voz creada para sugerir una acción ejecutada de golpe. De cualquier forma, hoy “al tun tun” indica algo hecho sin análisis ni discriminación.



“atar los bártulos”
“atar los bártulos” alude a Bártulo de Sasso-Ferrato, jurisconsulto de la Edad Media, profesor de Derecho en Pisa, Bolonia y Padua, cuyas obras -contenidas en trece volúmenes- sirvieron de base de estudio durante tres siglos. Los estudiantes tomaban nota de ellas y luego ataban esos apuntes, a los que llamaban bártulos, para que las hojas no se les perdieran. Hoy la expresión alude a preparar una mudanza.

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