jueves, 17 de mayo de 2012

Bar "El Chino": Una experiencia única


El único lugar en el mundo en donde se canta el tango como hace 60 años atrás.
En Buenos Aires, una enorme ciudad compenetrada con los nuevos tiempos, existe un barrio que se conserva como en los viejos tiempos. Sin maquillaje. Auténtico como ninguno. Es Pompeya, uno de los lugares en donde nació el tango.
Existe un Bar. Un lugar único: Bar El Chino. Un grupo de artistas veteranos que mantienen viejos lazos de amistad entre sí, transmiten una forma particular de sentir la vida, en donde la solidaridad y la lealtad están presentes en el clima mágico del Boliche del Chino. Ellos vuelcan en el tango y en la canciones este espíritu, este duende. Es entonces que el público siente que algo distinto los ha tocado. Esa magia ha convivido con ellas por esas horas, entonces algo nuevo aconteció. El documental refleja la experiencia de aquellos que visitan este boliche que permanece intacto desde 1950, y que comparten una noche de felicidad entre artistas veteranos que reflejan el espíritu real, sin trucos comerciales ni políticas de marketing. Los protagonistas son personajes que conservan las costumbres, estilo de vida y modos artísticos desde mitad del siglo pasado. Artistas de extensa trayectoria, de gran calidad y desconocidos por el gran público. Cada fin de semana se llena de un público entusiasta de mediana edad. Sorprende la cantidad de jóvenes que asisten y se enfervorizan, porque entienden el espíritu de "verdad" que funciona en este lugar. Personajes insólitos, habitués de un mundo distinto, turistas extranjeros que quieren ver un lugar sin disfraces, y aquellos que desean conservar las costumbres que más tienen que ver con las raíces, hacen del Bar El Chino el lugar de encuentro que nos hace sentir que la poesía nos gobernó por una noche.

Dirección del Bar El Chino: Beazley 3566
Capital Federal / Argentina
Tel.: (54-11) 49110215


Jorge Eduardo Garcés (El Chino)
EL CHINO, creador de un lugar que convocó a quienes atraído por otra visión del tango y de la vida, se acercaban sabiendo que lo más importante era el calor humano y la mano tendida. El boliche lo inició el padre, cuando era común que hubiera almacén y bar en el mismo local. Con el tiempo, los parroquianos cantaban tangos y sólo los hombres iban a escuchar. 47 años despues se convirtió en un lugar mítico de Buenos Aires y el Chino en su mentor. Con la crisis de la Argentina y el empobrecimiento de su clase media, el lugar, que el Chino y su familia alquilaban durante toda la vida, estaba en venta.Los herederos del dueño necesitaban el dinero para sobrevivir. Pero hasta hoy no encontraron comprador.El Chino falleció el 21 de agosto de 2001. La muerte de su único hijo, en enero de ese mismo año, le ahondó un dolor del que no se recuperó. "Andá a otros países a ver como cuidan las cosas de ellos, acá no cuidamos nada. Y la culpa no la tienen los jóvenes, los adultos tienen la culpa. Yo fui hasta tercer grado, no seré tan inteligente. Pero esos grandes inteligentes usan la inteligencia para hacer el mal. La inteligencia se usa para hacer el bien y aqu’ la usan para hacer el mal", decía el chino en uno de los testimonios durante el documental. Habla del pasado como de un tiempo en el que la gente era más patriota y honesta, aunque de alguna manera se reconoce feliz, porque siempre "soñé con esto y lo logré". Sus abuelos eran españoles, cuando JOSE SACRISTAN (el famoso actor español) descubre el bar y conoce a EL CHINO, una corriente de amistad y de identidad se establece entre los dos. "Lo que ahí ocurre, no me ha ocurrido en otro sitio, dice Sacristán". El actor se siente como en el patio de su casa de infancia. La simpleza y lo llano de su lenguaje, siempre le sirvió para convocar a todo el mundo. Porque tal vez, el Chino haya tenido el saber del poeta. El poeta sin ampulosidades, ni pretensiones. El poeta que puede ver lo esencial, entenderlo y concluir en el mismo instante.Y el Chino sabía siempre a primera vista que lo más importante era el afecto. Por eso no importaba el cuidado del boliche sino los testimonios de los amigos que iba haciendo. Y esos testimonios están en las fotos que cubren las paredes del lugar. Así como su voz, desgarrada por tantas noches con amigos, cantaba mientras sus manos se extendían, volcando sus sentimientos en los tangos, su boliche se poblaba de gente de distintas edades y distintos idiomas. Gente que quería sentir la poesía en la piel. Y entonces no importaban las paredes rotas y húmedas, ni el humo, ni la lejanía de Pompeya, porque algo maravilloso pasaba ahí. Lo esencial se hacía visible. Estaba en los corazones de los habitantes nocturnos del Boliche del Chino.

Visto en Bar El Chino 


Fuente: Angélica  (gracias !!!)



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