Hay que hacerse la escena en al mente para comprender el impacto. Una geisha en cueros –apenas tapadas sus gracias con hojas del árbol de sisho o vistosas flores- aguarda acostada boca arriba en suelo, en silencio marcial y con la cara maquillada de blanco. Porta sobre su cuerpo los nigiris, rolls, makis y sashimis. A su alrededor, un grupo de empresarios japoneses arrodillados, palitos en mano, toma de ella las piezas que llevan directamente a su boca mientras conversan sobre la bolsa de Tokio o el campeonato de baseball o la nueva promesa del Sumo.
Tan grande es el contraste, que cuando occidente se asomó a esta vieja tradición japonesa, que combina el erotismo del cuerpo con el refinamiento del sushi, no tardó en llevárselo a las ciudades más cosmopolitas del globo como una forma más del exotismo asiático que admira.
Tan grande es el contraste, que cuando occidente se asomó a esta vieja tradición japonesa, que combina el erotismo del cuerpo con el refinamiento del sushi, no tardó en llevárselo a las ciudades más cosmopolitas del globo como una forma más del exotismo asiático que admira.
Los más tibios, sin embargo, subidos al tren del éxito, han optado por el nyotaimori a medias. Para evitar las sospechas de los inspectores de higiene, algunas empresas que promueven esta práctica colocan sobre el cuerpo desnudo una bandeja de plástico “imitación” de la forma del modelo. Los puristas ponen el grito en el cielo; los impresionables, aplauden.
Cierto es que, lo que en Japón es un arte de alta escuela, sofisticado al punto que se cree fue desarrollado por las cúpulas de la mafia, ha dado la vuelta al mundo y ahora se esconde tras la coraza del plástico y el pudor. Entretanto, el nyotaimori o el nantaimori crecen en los restós más cools del globo. Un dato final, para quien se ratonee con pellizcar a las bandejas: el ritual prohíbe hablar, toca o rozar el cuerpo del servicio.
Cierto es que, lo que en Japón es un arte de alta escuela, sofisticado al punto que se cree fue desarrollado por las cúpulas de la mafia, ha dado la vuelta al mundo y ahora se esconde tras la coraza del plástico y el pudor. Entretanto, el nyotaimori o el nantaimori crecen en los restós más cools del globo. Un dato final, para quien se ratonee con pellizcar a las bandejas: el ritual prohíbe hablar, toca o rozar el cuerpo del servicio.
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